martes, junio 24, 2008

No hablemos del invierno

Ya casi olvidaba la clave para entrar a este espacio. Y qué cabeza la mía, venir a recordar justo cuando ya me venía bien la idea de no atreverme a escribir otra torpeza hasta el punto de hacerla pública, cercana a cualquier persona más idiota que yo, con intenciones de "leerme".
Pues bien, he tenido unos meses terribles: planos, grises, mortales, siempre mortales. Creo que mi aún aparición en la vida se debe únicamente a que respirar no me lo han dejado a volundad y por otra parte, me gusta comer cereal mientras camino por el departamento. Solo... otros días amanezco acompañado, como si acaso fuese a memorizar sus nombres más que sus gestos, exagerados probablemente mientras las sábanas y el colchón se quejan entre tanto movimiento.
No me he vuelto un puto. Quiero dejar claro que no han sido tantas y las que han sido sólo han llegado a consentirme una que otra sonrisa, pero ninguna se ha atrevido a hacerme creer ese cuento de que el corazón late más rápido si te miran a los ojos.
Como nunca me he encontrado. En las noches, transito entre las luces del alumbrado público y sino me rindo a encender la tele hasta que el sueño me lance algún puñal en la mejor parte de la película. Una vez que despierto, retomo la monotonía y me río de lo poco que he aprendido de la vida.
Dominga dice que me falta estrella. Pero no le creo, esas ideas interplanetarias sólo acabarían limitando más mi tiempo.

domingo, enero 13, 2008

Movimiento táctico hacia la retaguardia

Ya se me había ocurrido cerrar este sitio.
Cero originalidad, cero aporte al desarrollo de cualquier idea tanto mía como de alguien que disfrute leyendo diarios de vida publicados.
Tal vez debería pedir disculpas por esto último, pero eso sería ya sepultar definitivamente la más mínima señal de fuga creativa. Y que quede claro que es y será no más que una fuga, un aire, un viento que sopla mi mente y recorre cada uno de mis invisibles sentidos, casi como esas estampidas de elefantes que se ven en la televisión. Nunca pasa desapercibida una de esas fugas.
En el fondo y sinceramente, lo que me ha sucedido es que he comenzado a sentir cierto temor por las alturas. No hablo de edificios ni aviones, mucho menos de ascensores o escaleras. Hablo de dividir el tiempo en un antes y un después, una línea vertical que no duda en empujarme a que mire lo que hay abajo, luego lo que queda arriba aún inexistente.
Ahí me he quedado, como un imbésil, de poca tolerancia a las buenas alternativas que ofrece el mercado de las buenas aventuras.
He adquirido más eufemismos que transparencia, lo cual convina perfectamente con la sonrisa que tanto ama cierta gente.

domingo, octubre 14, 2007

He pasado por esos momentos

Nunca voy a entender cuando me llama con voz de miedo y me pide que la saque de su casa. El lunes pasado, tuvo ganas de salir, de verme pero más que verme, preciento que se trataba de huir de algo que no supe hasta avanzadas las horas.
Quería ver una película, la que fuera, con tal de vivir algo que no conociera. Y como para no perder la costumbre la llevé al Normandie, llegamospara la última función y vimos una peli de esas que no me gustan pero que a ella la emocionan hasta las lágrimas.
Ese Scola me hizo el favor de haber hecho esa película. Pude consolarla, aunque reconozco que hubieron ratos en que disfruté mirando cómo tiritaba cada vez que un suspiro se le escapaba. Se veía frágil la Isabel. Me habría gustado hacerle cosquillas pero a estas alturas prefiero aguantarme y ponerme serio.
Después de la película, me pidió que la fuera a dejar a su casa. Eso hice y ya cuando llegamos, me invitó a sentarme en una banca y ahí nos quedamos, hablando de lo lindo, bueno así me sentía yo, contento. Pero ella estaba triste, media extraña. Empezó a desahogarse y yo no supe qué hacer ni cómo entender la historia que me contaba. Ahí me di cuenta que me he perdido de mucho y que ya no somos los amigos de antes y el tiempo ha pasado muy fuerte entre nosotros.
Hasta que me dio un tremendo abrazo y yo le prometí lo que siempre le prometo, porque a ella no la voy a dejar sola. Sé que tiene a alguien que la hace feliz y que a mi me tocó esta parte de la moneda, porque las cartas están marcadas y bueno, para variar me quedo sin la chica linda.

martes, octubre 09, 2007

Gracias

Casi de experimento: ellas siempre vuelven.

sábado, septiembre 29, 2007

Walk on by

Dejémoslo en que ha pasado una semana y ella continuamente hace de todo para irse.
No sé por qué me importa tanto, ese jugar a las "escondidas", si ya no hablamos de Mafalda ni de las injusticias que le daba por guardar en los botones de su chaqueta ANTES media cuadra antes de llegar al supermercado, para comprar esas galletas que tanto amaba (con chips de chocolate, cómo olvidarlo). Luego reírnos, luego quejarnos del colegio y hacer como si el mundo fuer poco para nosotros. Porque juntos eramos los héroes de todas las películas de ciencia ficción.
Yo disfrutaba cuando éramos uno de esos adolescentes que poco y nada saben de la vida. Ahora quisiera saber si ella ha vuelto a soñar otra vez que viajamos a algún país en que existan fuegos artificiales toda la semana y ese gato que habla y que aún no conozco.
Yo estoy hecho una rutina. Tengo serias intenciones de comenzar con ansias a esperar las vacaciones... afeitarme, ir a ver alguna película en cartelera, beber algún trago con una mujer que nunca he visto en mi vida para quitarme de la frente ese par de ojos almendrados que comenzaron siendo mis amigos y ahora son esa quimera fuera del planeta.
Puedo admitir mi cara de idiota mientras espero que de ese buzón de voz que deja su teléfono, salga de repente ella, con un abrazo como los de siempre.

domingo, septiembre 16, 2007

Sábado en tus ojos

Esa idea de renunciar no me está ayudando mucho. Caminar sin zapatos por el piso alfombrado tampoco. Estoy algo así como insencible. Pero bueno, qué puede quedar en mí después de mirarla por fin a los ojos después de tantos encuentros que nunca fueron, mirarla en el lugar más lleno de gente, una noche de sábado. Claro que la llamé y claro que ella aceptó mi invitación. En su lugar yo habría hecho lo mismo, era una buena oferta sobretodo porque estaba sin panorama, sola. La encontré en una calle cerca de su casa (hay que dejar en claro que nunca me quiere decir dónde vive desde que se cambió de casa). Se veía hermosa, con el pelo suelto sin pintura y por alguna razón sonreía mucho. Tal vez se reía de mi nerviosismo, mis manos en los bolsillos, mi cara de felicidad.
La abracé y sentí ese olor que ella tiene desde que la conozco, aún cuando desconozco qué perfume usa. Fue como estar protegido en ese abrazo o al menos me sentí menos inseguro. Con ella nunca se sabe qué esperar, porque es una chica demasiado acostumbrada a andar por la vida improvisando, sorprendiendo.
Luego le tomé una mano y su piel estaba fría. "Soy un reptil Edgar, acuérdate". Me dijo mientras soltaba mi mano y sus ojos se hacían más grandes y más tiernos. Empezamos a caminar, nos subimos a mi moto. Ahí entre la velocidad y las luces dejé de pensar en ella y me concentré en qué sucedería cuando llegáramos a nuestro destino. Ella quería escuchar música, relajarse. Yo quería verla y escuchar de su vida, de esos años en que por amar a Martina (de quien ya no sé nada) dejé de tenerla cerca, como amiga o como la única mujer que sabe contradecirme y sacarme una sonrisa al mismo tiempo.
Llegamos. Había mucha gente, los típicos seguidores de la misma música que a mi no me molesta pero tampoco me vuelve loco. Por ella fui, por eso la invité, para estar con ella sin que ella se negara.
(seguiré luego con esta historia de anoche, porque ahora me cuesta aceptarlo sin perderme)

lunes, septiembre 10, 2007

Dulce Hogar

Acabo de llegar a mi departamento. Creo que me gusta eso de todos lo días, elegir un botón del ascensor y esperar que la tecnología haga lo suyo, luego buscar las llaves que nunca encuentro, abrir la puerta, estar en el tercer piso y nunca en la vida haber sufrido de vértigo, a pesar de que mi experiencia en caídas debería decir lo contrario.
Tengo un vaso con coca-cola en el piso, cerca de mi pie izquierdo, no escucho música, no tengo ganas de escuchar a otra gente con sus propios ruidos o historias. Me queda afinar detalles en un diseño que parece nunca acabará, porque de energía poco tengo al comenzar la semana. ¡Y qué semana! aunque aún exista gente medio optimista caminando por las calles, siguiendo el ritmo de sus pasos al caminar y no el del horario que todo lo deja rápido.
A pesar de eso, me gusta vivir aquí. Me gusta aprovechar las dos horas que me quedan libres antes de seguir planeando trabajos. Vida de soltero libre y endeudado de soledades.
Quería verte.
Marqué tu número: buzón de voz. Y yo no sirvo para ese tipo de mensajes, nunca sé qué decir o cuál es el asunto puntual para llamarte. Sólo verte, pero eso de qué sirve si a ti eso ya te lo habrán dicho muchas veces antes.
He pensado que quizás al escribirte alguna carta me respondas con suerte. A tí, que te gusta tanto escribir cartas de amor.
Quiero verte, hoy también quiero verte.

viernes, septiembre 07, 2007

Sin recontruir los hechos

Hubo unos días en que disfrutaba usando este espacio. Tal vez porque era fácil decirlo todo. No arriesgarse... ahí me creía un idiota afotunado. Ahora sigo siendo un idiota. Poco a poco me da risa esta autodeterminación, pero prefiero eso al solitario de todas las vidas. Así al menos, siendo indeseable, me es más simple aceptar que mis actualidades.
Escucho una canción de Dylan. Poco a poco me relajo, aunque quemaría mi estadía para primavera. No me gusta respirar lleno de estornudos. Recuerdo tus pañuelos mentolados.
Ayer, cuando me dio por llamarte, me vino también el impulso por no hacerlo.
Sería difícil de explicarlo, más que vivirlo. Vivirlo no es nada nuevo. Basta con coincidir contigo o buscarte y ahí apareces, con los bolsillos repletos de cartas sin sombres. Todavía me acuerdo de la primera vez que me preguntaste para qué servían las estampillas y yo te mordí una mejilla, sin responderte.
Hay veces en que no esperas respuestas y yo eso lo sé. A mi tampoco las respuestas me ayudan mucho. por eso prefiero hacerte algún cariño, aunque te alejes después y tu sonrisa la disimules con todas tus fuerzas.
Señorita de las cartas sin enviar, estoy a unas cuantas teclas de tomar el auricular para decirte "Hola" o inventarte alguna pregunta de esas que te digo para que te pongas nerviosa. Disfruto con eso, créeme que lo disfruto.
Es difícil explicar quién eres tú, que dices que eres triste y aún así me diviertes, me cambias la careta.

jueves, agosto 30, 2007

Estoy a medias en plena tarde

A ti, que no tienes nombre, que aún no veo:
Ven porque quiero recordar a el tacto de una piel que no sea la mía.
Sácame de estas ideas locas que tengo de irme lejos y borrarme el nombre.
Salirme de todo proyecto, toda iniciativa anterior al caos.
Creerme por un minuto algo más que un hombre.
Asaltar sorpresas, hacerte reír aunque te quede debiendo sonrisas.
Porque no sé quién eres ni dónde estás pasando las horas. No sé si existes más allá de esta frente que se enfría o de estas huellas que cargo y que nada de sentido tienen.
Necesito un par de ojos que justifiquen mi estadía en esta casa, cuando la ciudad prefiere no hacer bulla.
Abrazarme. Abrazarme y mirar el techo mudo, con insomnio.
Decadente.
Ven, porque espero aprender a desprenderme de tanto olvido.
Ven que aún es gratis dejar a medias los cigarrillos y los vuelos de las palomas.

domingo, agosto 26, 2007

Jeans gastados

Hola. Regálame ese saludo cada vez que te pregunte por la hora. Me recuerdas a la chica que hasta no hace mucho dormía en mi hombro; ese tiempo en que todo era una promesa a su perfume. Olía inolvidable, hasta tu hola.
Y qué más da, si no hubo llanto, ni portazos, ni mayor intensidad en el acelerador cuando me tocaba volver a casa. Carretera al bolsillo, me puse la carretera y todo ese kilometraje playero, en el bolsillo. A mi ya no me sobran excusas ni preámbulos... ya no estrujo las introducciones ni las practico en el espejo.
Tú, tienes cara de espontaneidad, además de desconocida. Quizás te he visto ya tantas veces, que sólo me ha quedado grabada una señal de "adivinanza". Tu rostro es cada vez que ríes, una nueva forma de memorizar detalles, emociones.
Aunque la palabra futuro me quede grande y a penas hoy me he atrevido a afeitarme la barba, te diré para la próxima, cuál es mi lugar favorito en la ciudad y si quieres pasear conmigo y regalarme unos relojes pausados.

jueves, agosto 02, 2007

Adiós

Segundo día de playa: caos.
Todavía tengo arena entre los dedos de los pies y de sólo sentir el roce, me duele la piel. Me gusta usar chalas en invierno, porque así tengo la impresión de que no hace frío, que me atrevo más a los días nublados, a la falta de vestidos en su cuerpo.
Como dato curioso, no he sentido hambre últimamente. Al menos desde que ella terminó conmigo, justo el primer día de playa. Y quién lo diría, si de haberlo imaginado años atrás, meses atrás, días atrás o cuando planeamos este viaje, de sólo ponerme en esa situación, me habría muerto o casi.
Pero sigo vivo. Sin sus labios, su voz, su secador de pelo en las mañanas, sus gafas que incluyen días nublados como este, su lunar cerca del cuello, sus brazos cruzados mientras espera que alguien la atienda en el kiosko de la costanera.
No lloré y no tuve ganas de lamer la sal de su cara. No quise correr a abrazarla fuerte para creer que seguía conmigo. Simplemente la dejé irse. Así de valiente o cobarde. No lo sé.
Desconozco sus motivos.
¿De qué servía conversarlo? si es justamente eso lo que he hecho todos estos años con ella. Conversar sus idas, sus regresos, sus problemas, sus ganas de no estar segura ni dispuesta, hablar de cómo se mide el amor en una balanza imposible.
Hablar estaba de más. Está de más ahora.
Quiero perderme de su lista de fracasos. Porque la amo y porque no espero soñar esta noche con la esperanza de que todo ha sido una mala actuación suya. Para ver mis reacciones, para asustarme, sólo eso, un susto, una pérdida falsa.
Este segundo día de playa, acabará sin ella, sin Martina caminando en la arena, corriendo para que las olas no la encuentren.