jueves, julio 19, 2007

Aeropuerto de tus brazos

Nunca olvido los gestos que deja al otro lado del vidrio, mientras arrastra sus maletas. No escucho lo que me dice, pero veo que está contenta. Es como si las horas de vuelo no pasaran por su cuerpo.
Lo primero que hace ella es soltar todo lo que tiene en las manos, incluyendo las gafas de sol que desde este lado del continente poco sirven y me abraza. Salta a mi pecho como una niña. Y yo la retengo con fuerza, para que no se caiga mientras ríe.
Noto que su pelo está algo distinto, ha cambiado de perfume. Pero me gusta su forma de cambiar y aún así permanecer intacta en todo lo que significa.
Se nota que la amo.
No se arrepienten mis mejillas de sentir sus besos, ni ese reloj despertador blanco se arrepiente de haber dado tantas vueltas en círculo, sin que Martina juegue a llegar tarde a todas partes. Por más que lo he intentado, no logra ser puntual... entonces me toca esperarla.
Mientras no estuvo, extrañé eso de ella. Esa capacidad que tiene para mirar la hora y hacer como si no existiera el tiempo. Ella estira el tiempo. Y yo me dejo festejar con su llegada.