martes, junio 24, 2008

No hablemos del invierno

Ya casi olvidaba la clave para entrar a este espacio. Y qué cabeza la mía, venir a recordar justo cuando ya me venía bien la idea de no atreverme a escribir otra torpeza hasta el punto de hacerla pública, cercana a cualquier persona más idiota que yo, con intenciones de "leerme".
Pues bien, he tenido unos meses terribles: planos, grises, mortales, siempre mortales. Creo que mi aún aparición en la vida se debe únicamente a que respirar no me lo han dejado a volundad y por otra parte, me gusta comer cereal mientras camino por el departamento. Solo... otros días amanezco acompañado, como si acaso fuese a memorizar sus nombres más que sus gestos, exagerados probablemente mientras las sábanas y el colchón se quejan entre tanto movimiento.
No me he vuelto un puto. Quiero dejar claro que no han sido tantas y las que han sido sólo han llegado a consentirme una que otra sonrisa, pero ninguna se ha atrevido a hacerme creer ese cuento de que el corazón late más rápido si te miran a los ojos.
Como nunca me he encontrado. En las noches, transito entre las luces del alumbrado público y sino me rindo a encender la tele hasta que el sueño me lance algún puñal en la mejor parte de la película. Una vez que despierto, retomo la monotonía y me río de lo poco que he aprendido de la vida.
Dominga dice que me falta estrella. Pero no le creo, esas ideas interplanetarias sólo acabarían limitando más mi tiempo.