sábado, septiembre 29, 2007

Walk on by

Dejémoslo en que ha pasado una semana y ella continuamente hace de todo para irse.
No sé por qué me importa tanto, ese jugar a las "escondidas", si ya no hablamos de Mafalda ni de las injusticias que le daba por guardar en los botones de su chaqueta ANTES media cuadra antes de llegar al supermercado, para comprar esas galletas que tanto amaba (con chips de chocolate, cómo olvidarlo). Luego reírnos, luego quejarnos del colegio y hacer como si el mundo fuer poco para nosotros. Porque juntos eramos los héroes de todas las películas de ciencia ficción.
Yo disfrutaba cuando éramos uno de esos adolescentes que poco y nada saben de la vida. Ahora quisiera saber si ella ha vuelto a soñar otra vez que viajamos a algún país en que existan fuegos artificiales toda la semana y ese gato que habla y que aún no conozco.
Yo estoy hecho una rutina. Tengo serias intenciones de comenzar con ansias a esperar las vacaciones... afeitarme, ir a ver alguna película en cartelera, beber algún trago con una mujer que nunca he visto en mi vida para quitarme de la frente ese par de ojos almendrados que comenzaron siendo mis amigos y ahora son esa quimera fuera del planeta.
Puedo admitir mi cara de idiota mientras espero que de ese buzón de voz que deja su teléfono, salga de repente ella, con un abrazo como los de siempre.

domingo, septiembre 16, 2007

Sábado en tus ojos

Esa idea de renunciar no me está ayudando mucho. Caminar sin zapatos por el piso alfombrado tampoco. Estoy algo así como insencible. Pero bueno, qué puede quedar en mí después de mirarla por fin a los ojos después de tantos encuentros que nunca fueron, mirarla en el lugar más lleno de gente, una noche de sábado. Claro que la llamé y claro que ella aceptó mi invitación. En su lugar yo habría hecho lo mismo, era una buena oferta sobretodo porque estaba sin panorama, sola. La encontré en una calle cerca de su casa (hay que dejar en claro que nunca me quiere decir dónde vive desde que se cambió de casa). Se veía hermosa, con el pelo suelto sin pintura y por alguna razón sonreía mucho. Tal vez se reía de mi nerviosismo, mis manos en los bolsillos, mi cara de felicidad.
La abracé y sentí ese olor que ella tiene desde que la conozco, aún cuando desconozco qué perfume usa. Fue como estar protegido en ese abrazo o al menos me sentí menos inseguro. Con ella nunca se sabe qué esperar, porque es una chica demasiado acostumbrada a andar por la vida improvisando, sorprendiendo.
Luego le tomé una mano y su piel estaba fría. "Soy un reptil Edgar, acuérdate". Me dijo mientras soltaba mi mano y sus ojos se hacían más grandes y más tiernos. Empezamos a caminar, nos subimos a mi moto. Ahí entre la velocidad y las luces dejé de pensar en ella y me concentré en qué sucedería cuando llegáramos a nuestro destino. Ella quería escuchar música, relajarse. Yo quería verla y escuchar de su vida, de esos años en que por amar a Martina (de quien ya no sé nada) dejé de tenerla cerca, como amiga o como la única mujer que sabe contradecirme y sacarme una sonrisa al mismo tiempo.
Llegamos. Había mucha gente, los típicos seguidores de la misma música que a mi no me molesta pero tampoco me vuelve loco. Por ella fui, por eso la invité, para estar con ella sin que ella se negara.
(seguiré luego con esta historia de anoche, porque ahora me cuesta aceptarlo sin perderme)

lunes, septiembre 10, 2007

Dulce Hogar

Acabo de llegar a mi departamento. Creo que me gusta eso de todos lo días, elegir un botón del ascensor y esperar que la tecnología haga lo suyo, luego buscar las llaves que nunca encuentro, abrir la puerta, estar en el tercer piso y nunca en la vida haber sufrido de vértigo, a pesar de que mi experiencia en caídas debería decir lo contrario.
Tengo un vaso con coca-cola en el piso, cerca de mi pie izquierdo, no escucho música, no tengo ganas de escuchar a otra gente con sus propios ruidos o historias. Me queda afinar detalles en un diseño que parece nunca acabará, porque de energía poco tengo al comenzar la semana. ¡Y qué semana! aunque aún exista gente medio optimista caminando por las calles, siguiendo el ritmo de sus pasos al caminar y no el del horario que todo lo deja rápido.
A pesar de eso, me gusta vivir aquí. Me gusta aprovechar las dos horas que me quedan libres antes de seguir planeando trabajos. Vida de soltero libre y endeudado de soledades.
Quería verte.
Marqué tu número: buzón de voz. Y yo no sirvo para ese tipo de mensajes, nunca sé qué decir o cuál es el asunto puntual para llamarte. Sólo verte, pero eso de qué sirve si a ti eso ya te lo habrán dicho muchas veces antes.
He pensado que quizás al escribirte alguna carta me respondas con suerte. A tí, que te gusta tanto escribir cartas de amor.
Quiero verte, hoy también quiero verte.

viernes, septiembre 07, 2007

Sin recontruir los hechos

Hubo unos días en que disfrutaba usando este espacio. Tal vez porque era fácil decirlo todo. No arriesgarse... ahí me creía un idiota afotunado. Ahora sigo siendo un idiota. Poco a poco me da risa esta autodeterminación, pero prefiero eso al solitario de todas las vidas. Así al menos, siendo indeseable, me es más simple aceptar que mis actualidades.
Escucho una canción de Dylan. Poco a poco me relajo, aunque quemaría mi estadía para primavera. No me gusta respirar lleno de estornudos. Recuerdo tus pañuelos mentolados.
Ayer, cuando me dio por llamarte, me vino también el impulso por no hacerlo.
Sería difícil de explicarlo, más que vivirlo. Vivirlo no es nada nuevo. Basta con coincidir contigo o buscarte y ahí apareces, con los bolsillos repletos de cartas sin sombres. Todavía me acuerdo de la primera vez que me preguntaste para qué servían las estampillas y yo te mordí una mejilla, sin responderte.
Hay veces en que no esperas respuestas y yo eso lo sé. A mi tampoco las respuestas me ayudan mucho. por eso prefiero hacerte algún cariño, aunque te alejes después y tu sonrisa la disimules con todas tus fuerzas.
Señorita de las cartas sin enviar, estoy a unas cuantas teclas de tomar el auricular para decirte "Hola" o inventarte alguna pregunta de esas que te digo para que te pongas nerviosa. Disfruto con eso, créeme que lo disfruto.
Es difícil explicar quién eres tú, que dices que eres triste y aún así me diviertes, me cambias la careta.