domingo, septiembre 16, 2007

Sábado en tus ojos

Esa idea de renunciar no me está ayudando mucho. Caminar sin zapatos por el piso alfombrado tampoco. Estoy algo así como insencible. Pero bueno, qué puede quedar en mí después de mirarla por fin a los ojos después de tantos encuentros que nunca fueron, mirarla en el lugar más lleno de gente, una noche de sábado. Claro que la llamé y claro que ella aceptó mi invitación. En su lugar yo habría hecho lo mismo, era una buena oferta sobretodo porque estaba sin panorama, sola. La encontré en una calle cerca de su casa (hay que dejar en claro que nunca me quiere decir dónde vive desde que se cambió de casa). Se veía hermosa, con el pelo suelto sin pintura y por alguna razón sonreía mucho. Tal vez se reía de mi nerviosismo, mis manos en los bolsillos, mi cara de felicidad.
La abracé y sentí ese olor que ella tiene desde que la conozco, aún cuando desconozco qué perfume usa. Fue como estar protegido en ese abrazo o al menos me sentí menos inseguro. Con ella nunca se sabe qué esperar, porque es una chica demasiado acostumbrada a andar por la vida improvisando, sorprendiendo.
Luego le tomé una mano y su piel estaba fría. "Soy un reptil Edgar, acuérdate". Me dijo mientras soltaba mi mano y sus ojos se hacían más grandes y más tiernos. Empezamos a caminar, nos subimos a mi moto. Ahí entre la velocidad y las luces dejé de pensar en ella y me concentré en qué sucedería cuando llegáramos a nuestro destino. Ella quería escuchar música, relajarse. Yo quería verla y escuchar de su vida, de esos años en que por amar a Martina (de quien ya no sé nada) dejé de tenerla cerca, como amiga o como la única mujer que sabe contradecirme y sacarme una sonrisa al mismo tiempo.
Llegamos. Había mucha gente, los típicos seguidores de la misma música que a mi no me molesta pero tampoco me vuelve loco. Por ella fui, por eso la invité, para estar con ella sin que ella se negara.
(seguiré luego con esta historia de anoche, porque ahora me cuesta aceptarlo sin perderme)

1 comentario:

Anartista dijo...

las palabras vienen a instalarse en la caída de tus
decires.


tarde. mi hora favorita: llegar tarde.


ojos del polvo que alguien se echó. forma celeste y grande de ver la vida desde mi espalda.

el ombligo lo perdí jugando a la escondida-



hola!